lunes, 27 de abril de 2015

Turismo astronómico nublado

Hace un mes tuvimos una semana de vacaciones, coincidiendo además con el cumpleaños de Sergio. Siempre me gusta regalarle cosas hechas por mí: un vídeo, una canción, un cuadro... Pero entre el ajetreo de mi vida sindicalista-laboral y la falta de imaginación después de tantos regalos a la misma persona tuve que rendirme a regalos de esos que se pagan con dinero. A lo que hemos llegado, ¿verdad?

Así es, además de planear una escapada juntos, y después de muchas cavilaciones me decidí por encargar este juguetito...

Nuestro pequeñín.


Las primeras palabras que dijo Sergio al ver el tubo del telescopio fueron: "Pero, ¿qué es esto? ¿Un acelerador de partículas?", yo claro, me reía, consciente como era de lo mucho que se me había ido la olla al respecto.

¿Por qué un telescopio? Pues bueno, no voy a engañar a nadie, yo quería uno, y los foros... los malditos foros... (Bueno, no todos son malditos, que Sergio y yo nos conocimos gracias a uno ¿eh?.)

Nuestro primer viaje a la luna (la foto está echada con el móvil desde el objetivo del telescopio).

Además pensé en regalarle una escapada y después de barajar varias opciones, quería un destino donde pudiéramos observar unas estrellas de alucine. Así fue como me enteré de que había turismo astronómico e incluso una fundación que da certificados a los destinos donde mejor se ven las estrellas. En España salen varios puntos y me decidí por Sierra Morena de Jaén, porque además de las estrellas, también hay... ¡linces!

La zona está súper bien, aunque no todo salió como esperábamos... ¿Qué pudo salir mal, si lo preparé yo todo? Pues bien...

Nos alojamos en Villa Matilde (Andújar, Jaén): elegí este lugar porque está en la zona donde se ven muy bien las estrellas y está en la zona de paso del lince. Me gustó también porque tenían menú vegetariano y realizaban actividades ecológicas... Por todo eso me parecía buena opción a pesar de tener animales para explotación humana (gallinas y no sé qué más) y ser algo más caro de lo que solemos gastar (algo menos de 50 euros la noche). El trato con los dueños, sus perros, la chimenea y su estupenda biblioteca estaban muy bien... pero la verdad es que no estuvimos muy a gusto: La cama era muy dura (tenía una tabla debajo y la almohada eran cojines muy finos -nos poníamos ropa debajo para poder apoyar bien la cabeza-). Las primeras palabras de mi chico por la mañana no eran dulces y románticas por la sorpresa que le había hecho, eran: "Me duele la espalda".

La dueña nos indicó que tirásemos el papel del váter en la papelera del baño, y no por el retrete ya que se atascaba. Que el agua caliente salía, solo había que esperar un rato. Que a veces se iba la luz un rato (hacía malo) pero que solía volver a los pocos minutos. Tendríais que ver la cara de Sergio, no entendía por qué, si yo le amaba, le había traído allí.

La cocina vegetariana no la probamos, porque era un poco carete el menú (15 euros). Así empezó mi chico a disfrutar de estas vacaciones de encanto: "Ni comer bien, ni dormir bien, ni cagar bien, las tres necesidades básicas".

Allí no tenían gran información acerca de la observación astronómica, igualmente no nos llevamos el telescopio porque tenía pinta de estar nublado... Fue mala suerte: No vimos ninguna estrella, con o sin telescopio.

La primera parada fue en el Parque Natural de Despeñaperros, ya que nos pillaba de camino pensamos que sería buena idea hacer una parada por allí para comer.

En el Monumento Natural Los Órganos descubrí, al saltar, que ya no soy joven. Comimos allí, sí, pero en el coche, hacía viento.

Después de perdernos un poquito llegamos a la casa.

Una lluvia fina, ligera, casi imperceptible, nos impidió hacer nada ese día que llegamos.

Esta hoja con forma de corazón la recogí del suelo el año pasado, la guardé en el coche, y se conserva así de perfecta. Molan las líneas de la hoja, en contraste con las líneas de la mano.

Así nos amanecía el día. Imposible ver ni linces, ni estrellas, ni na. Jeje.

Estos carteles nos daban esperanzas, e íbamos con muchísimo cuidado ¡pero no vimos ninguno! Aunque sí nos encontramos con otro tipo de fauna característica de la zona (picogordo, lechuzas, ciervos...).

Puede que esta planta se trate de una mostacilla.

Esta foto no está en blanco y negro... ¡Era el día que estaba así!

Paseando por El Encinarejo, este sendero es muy bonito a orillas del Río Jándula. 

Hay un característico bosque de ribera que está señalizado con paneles de información como éste. ¡Muy interesante! 

Hoja de aliso. 

Llovía.
Curiosa la forma de las raíces y la forma de las gotas de lluvia en el agua.

Además de buscar los tamujos, fresnos, alisos... que venían en los paneles informativos, encontramos romero en flor por nosotros mismos. ¡Qué expertos! Jeje.

Al ser tal la cantidad de distintos tipos de vegetaciones de pronto íbamos andando y olía muy bien, y no sabíamos de dónde venía. Estuve un rato andando con los ojos cerrados para usar un poco algo de los otros sentidos. Me gusta: andar con cuidado, sin saber qué te espera en el paso siguiente, estar atento, alerta a lo que te rodea, y confiando en la persona que te guía. Es chulo. :-P

Atención porque aquí sucedió el hecho extraño del viaje. Yo vi esto en el suelo, lo cual me pareció un champiñón o algo. le saqué una foto. Sin querer luego me despisté y...

Sí, amigos, salió eso de dentro. No tengo ni idea de lo que era y he buscado de todo en Google: "Champiñon con truño dentro", "hongo pisado mierda", "champiñón relleno de excremento"... Curiosamente, tras esas búsquedas me salían páginas de recetas. Gentepató.

De camino al Pántano del Río Jándula se ven estas dehesas con toros de lidia. En los carteles informativos que allí había creo recordar que viven como mucho cinco o seis años. Soportar de cualquier manera la industria de la tauromaquia es algo injusto, cruel e innecesario.

Jara (y bichito).
Esta jara se llama Jara Pringosa (Cistus ladanifer)

Pantano del Río Jándula. 

Justo en frente del pantano había como una especie de pueblo abandonado. Un montón de casas casi idénticas de no hace muchos años abandonadas. ¡Qué raro! Nos pusimos a explorar y vimos un cartel donde explicaba que esas casas se habían construido para los trabajadores que construyeron el embalse y que llegaron a vivir hasta tres mil personas allá por 1932.  

Arriba estaban las casas de los constructores y demás gente de bien. Algunas estaban aún en activo y otras abandonadas. Aluciné con que algo así estuviera abandonado, ya que restaurándolas un poquito tienes una casa rural, un museíto, una vivienda... 

Estas casas eran muy grandes. Habría recorrido cada habitación pero Sergio ya me estaba diciendo por el móvil que dónde estaba. Qué poco le gusta a este chico meterse en líos...

Ya no se me ocurre con qué palabras buscar esta planta en google.

La superficie de esta roca podría ser un paisaje extraterrestre.

Por allí veíamos muchas setas como ésta, que tienen toda la pinta de comestibles, pero como aún no sabemos no nos atrevimos. ¡Tenemos que hacer algún cursito porque nos encantan!

Lavanda en mis manos pequeñas y rechonchas (o eso dice Sergio cuando quiere adularme).

Increíble el horizonte lleno de montañas :)

Ese senderito salía de la casa donde estábamos alojados y nos acompañaron en el paseo los perros... ¡y hasta el gato!

¡Esto también es una jara! Jara blanca (Cistus albidus)


¿Qué pasa, troncote?

Explosión primaveral.

Al día siguiente fuimos a Andújar, y allí estuvimos tomando algo. Allí vi a Sergio sonreír por primera vez durante las vacaciones, aunque también pasamos miedo. En el primer bar que entramos justo les pillamos cantando una salve rociera, los dos camareros tenían patillones... eran el prototipo andaluz. Les pedimos que nos pusieran un pan con tomate y ellos le añadieron jamón. Ahí mi chico dijo con marcado acento andaluz para no llamar la atención: "discurpa no no ponga hamó, musha grasiah". La música se paró de golpe, los clientes nos miraron fijamente: "¿Cómo? ¿Cómo diseee?", mientras apretaba más que nunca el cuchillo jamonero. Una terrible ofensa. Al final nos dejó el jamón ahí a un lado, y el bar volvió a la normalidad (pasaje ligeramente dramatizado). 

Al volver íbamos a pasar por las Tablas de Daimiel que pilla de camino también, pero empezó a diluviar, así que decidimos parar en Toledo que también pillaba bien (y diluviaba también). 

Allí paramos a comer en el restaurante vegetariano Madre Tierra. Pedimos entre otras cosas esta pizza, íbamos con hambre por lo que todo estaba bueno, aunque el sitio me pareció algo carete. 

Yo no conozco nada de Toledo y ese día no pudimos ver mucho por la lluvia, pero lo poco que vimos me gustó bastante. No creía que tuviera esas vistas tan bonitas.

Ahí terminó nuestra aventura, que pese a todos los inconvenientes nos reímos mucho y lo pasamos muy bien.

Para finalizar, una última foto de nuestro satélite. Llevamos con el telescopio menos de un mes y todavía nos falta aprender muchas cosas para sacarle partido. ;)

Amazing, isn't it?





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